lunes, 13 de julio de 2015

Una crónica social de San Sebastíán

Una crónica social de San Sebastián y alrededores la podría hacer casi cualquier día, porque desde hace unos años Donostialdea es un espacio con más que abundante actividad cultural, lúdica y social. Sobre todo para los que somos yonkis de ella.

Tanto que me queda algo lejos, aunque no con cierta añoranza reconozco, el pasado en blanco y negro de historias vividas y sentidas en propia carne como las que tan bien relataban mis queridos Sanchís y Jocano. Sabiendo que no solo no están muertas, sino que se reviven en ocasiones entre esquinas y finales de barra de bares inmortales que necesito revisitar y habitar de cuando en vez. Aunque pasada la tentación, o la huida cobarde, nunca lo sabré, me intento prometer que "no pienso bajar más el centro" para no tener luego que curarme al llegar a casa con la correspondiente javiersunina terapeútica. Ya ven, y todo Made in Donosti. Mi propia endogamia musico-sentimental retroalimentada y autosuficiente de todos estos y más artistas-amigos del otro Donosti antiSound. A los que, antes de nada, quería rendir de nuevo un homenaje máximo.

Pero reconozco también que esta ciudad que evoco tal vez más invernal, de los grises y nubes más perpetuas si cabe que las robadas a las postales de verano que vendemos ahora, tanto dentro como fuera de nosotros, no es la que más acostumbro a frecuentar desde hace ya algún tiempo. Al contrario, los eventos y lugares que expresan nuevos proyectos o muestran los ya consolidados me provocan mucho mayor interés, ilusión y emoción. Con sus aciertos y sus fracasos. Con apuestas personales en todo caso más que admirables.

Y así ocurre que con tanta abundancia ya no puedo siquiera planificarme la agenda y me dejo llevar por el flow de las aceras, encuentros previstos o imprevistos y mensajes de última hora, que me arrastran siempre a entornos y compañías que el destino ya sabe que no podía perderme.

El caso es que cuando hago repaso de las últimas horas de un fin de semana cualquiera como el pasado, resulta que he tenido el placer de comprobar el éxito del comienzo de otra aventura de Iban Petit con su equipo expedicionario polar. Más placer aún conociendo el segundo trabajo de otro gran amigo; Josean Olabe al que admiro infinito y que distorsiona esta vez Donostia con el mayor de los encantos que puedo llegar imaginar. No perderse su exposición en el Aquarium de las acuarelas que ilustran el libro. Hasta el 27 sept 2015 y los sábados previa reserva con visita guiada del autor.

Todo esto y más me lo pude comprar en la +quelibrería Garoa, otro proyecto-realidad digno de elogio, mientras bebíamos unas birras y escuchábamos en directo el concierto-presentación del libro de @ibanpetit. Comentando en un después con el auténtico relator de la buena salsa donostiarra @jonpagola sus últimas crónicas, siempre más que acertadas. Yo al menos se las compro también casi todas oigan y además siempre me agrada charlar con él.

Pero el flow siguió el sábado e in extremis (gracias por esperarme) llegué quemando rueda al paraíso perdido dónde se representa Valium. Allí encontré por fin el tesoro escondido de las dos pedazos de actriz que son Shandra Ferrús y Vito Rogado. Un lugar fuera de lo común para disfrutar el placer del teatro en formato familiar exótico.

En definitiva, a este paso tal vez necesite un Valium de veras para bajarme de tanta actividad.